Una de las batallas navales más importantes de la historia se produjo frente a una pedanía de la provincia de Cádiz que hoy en día destaca por la sospechosa y perenne sonrisa de sus visitantes y por unas playas largas de fina arena donde todo, o casi todo, vale. Un curioso marco para despedir a la más famosa de las flotas, la Invencible, y encumbrar al Almirante Nelson y a un lugar que se embriaga cada noche de verano entre refrescos acompañados y cigarros aliñados.
Nelson era un tipo bastante sospechoso para ser admirado. ¿Que venció a la Armada Invencible? Sí. Pero eso de crear héroes que se hicieron un hueco en la historia a base derramar la sangre de otros me resulta cuando menos inquietante. Pero su hazaña puso una pica en Flandes y una señal en el mapa. Un mapa que los gaditanos han sabido modelar a su gusto.
El pueblo es una atalaya. Mira al mar. Y a sus playas. Inmensas y bellas como pocas. En sus arenas las restricciones quedaron obsoletas. Si quieres echar un trago lo echas, puedes fumar, incluso marihuana, jugar con el balón, hacer kite en la orilla, ponerte en topless o como tu madre te trajo al mundo, hacer malabares, hacerlos con fuego por la noche, ver el atardecer con un mojito y el aroma del cáñamo… Pero ojo con bañarse en según qué circustancias. Aquí el mar no es mar, es océano. Un océano bravo y poderoso que no perdona imprudeces. Si no que se las cobra bien caras.
Así es Caños de Meca. Un pueblo adolescente donde las leyes son menos leyes y la historia es más historia. Y entre ambos, un gran faro que lo ilumina todo. Un faro en un cabo clavado en el mar al que dio nombre la gran batalla: El Faro de Trafalgar.
Se aprecia desde la lejanía del mar, desde numerosos puntos de la costa, desde todos los Caños de Meca y acompaña a la perfección los atardeceres gaditanos. Forma parte de la postal. Forma parte de esa mezcla de historia dramática y felicidad juvenil que se respira en este lugar.
Seguramente quien conozca la historia no conozca los placeres y quien conozca los placeres no conozca la historia. Quizá. Cuando vayas me respondes. Pero cada uno con lo suyo y yo con lo de todos, veo en estas costas un lugar perfecto para desconectar, relajarse y viajar con la imaginación hasta aguas profundas, donde mora el orgullo español de principios del siglo XIX.
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